Foto: sfexaminer

De vez en cuando, hay ovejas que dan a luz y, por distintas razones, alejan a su cría. Es doloroso ver cómo, incluso si el pequeño intenta acercarse, puede ser empujado bruscamente. Cuando una oveja decide alejar a su cordero, es una decisión definitiva. Estos pequeños, a menudo, bajan tanto la cabeza que da la impresión de que algo no está bien con ellos; su ánimo queda devastado. Estos corderitos reciben el nombre de «bummer lambs», una especie de etiqueta para los no deseados. Sin la intervención del pastor, este cordero desamparado no sobrevivirá.

Es entonces cuando el cuidador entra en acción, llevándose al cordero a su hogar. Con delicadeza, lo nutre, lo mantiene cerca del calor y lo envuelve en mantas. Al arrullarlo cerca de su pecho, el cordero escucha el ritmo constante del corazón del pastor, una melodía de seguridad y amor. Y cuando llega el momento, y el cordero ha recuperado sus fuerzas, es reintroducido al rebaño.

Pero hay algo que cambia. Cuando el pastor llama a sus ovejas, es este pequeño, previamente rechazado, el que corre hacia él con más entusiasmo. No es que se sienta más especial que los demás, sino que tiene un conocimiento profundo y personal de quien le ofreció refugio y amor en su momento más vulnerable.

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